Vereda fría en invierno, Enturbia la villa y grita el sueño, No se me escapa nada por estos lugares, En los que máscaras de envidia caen.
Te encontré a medianoche, Sola, bajo la tenue luz del neón, Derrumbada en adioses de otros labios, Que suculentos cerraron tus heridas.
Él marchaba, cómo lo hago yo ahora, Cuando la lluvia cae en silencio; ¡Oh! Lluvia fina y sincera, Que cae cómo si fuesen lágrimas.
Me alejo y quedas pálida, Duele el adiós cuando es cierto, Adiós que es un oleaje, Para un náufrago muerto en sentimiento.
El pretérito me llaman, En estas zonas donde los winkas, Predijeron hace no mucho tiempo, Una sóla lágrima por este apego.
El condenado, el soñoliento, el volátil, Son algunos de los otros sobrenombres, Por este lugar de neones en los que te conocen a ti, Cabrón destino, condenador de esperanzas.
Hoy, estaba reflexionando acerca de una pregunta que nos hacemos todos alguna vez en nuestros ratos libres y que se ha ido trasmitiendo generación tras generación cómo si de una herencia se tratara, va de hijo a hijo y ¿Por qué no decirlo? de persona a persona.
Os hablo del sentido de la vida, bueno, que ni tiene sentido ni tiene nada, sólo tiene una historia que trazas con tus propias manos, a lo que luego más tarde se puede llamar cómo biografía.
Existen diversos modos de vivir la vida para el ser humano, más o menos deben existir unos 6,845,146,634 de pensamientos, y creo que me estoy quedando corto con tal numeración, pero vayamos al grano, aquí voy a dar mi opinión sobre el sentido de la vida y si quereís comentar sobre vuestro modo de verla, no dudeís en decirla con un comentario.
La vida es un libro abierto que se acaba cuando te enfrentas a la muerte, cómo si de una cruzada de épocas medievales se tratara. Pero, ¿Cuál es su verdadero sentido?
Recuerdo una gran frase que leí de Antoine De Saint Exupery, que me viene que ni pintada para decir el pensamiento que ofrezco hacía el sentido de la vida, sólo que él, hablaba de cosas. La vida es una cosa, creo yo, y la frase dicta lo siguiente:
"El sentido de las cosas no está en las cosas mismas, sino en nuestra actitud hacia ellas."
Exactamente. El sentido de las cosas no está en su color, en su forma, en su representación hacía la vida, en si es benigno o maligno, no, ese no es el sentido de algo, y mucho menos de la vida. Para esto lo mejor es utilizar un ejemplo, así pues, este es:
Exacto, son José Luis Rodriguez Zapatero y Mariano Rajoy y por supuesto sabemos a que partido político pertenece cada uno. PSOE y PP respectivamente.
Bien, os preguntareís que tiene esto que ver con la frase que he puesto del señor Exupery. Más de lo que imaginaís.
Cómo bien dice la frase, el sentido de las cosas está en nuestra actitud hacía ellas mismas, no está en ella misma, y por eso os pongo este ejemplo.
Para mucha gente, los dos políticos que tenemos en la imágen de arriba serán unos completos dementes que sólo dañan más el país.
Para otros, Zapatero significará una figura representativa e ilustrante, que hace todo bien por su país y que cumple con su obligación, pero para otros, será un completo inepto para la política, que no sirve para gobernar y no sirve para nada relacionado a esta profesión, y lo mismo pasará con Mariano Rajoy.
Traduciendo un poco la frase, se podría decir de la imágen que:
"El sentido hacía estas personas, no está en ellas mismas. Sino en la personalidad que nosotros le demos"
Y resumiendo todo en otra frase diré que para mí la vida es:
"La vida es una historia que se escribe con sangre y con nuestra propia letra, no con los hechos y la letra de los demás"
Y me otorgaron la palabra demente. Soñé despierto en lugares prohibidos, Y vagé por la senda que trazó el viento, Con la vela de un falso destino.
Me ví envuelto en el anochecer, Cargando sentimientos y desdichas, Recogiendo trozos de un espejo partido, En el que dicen que se refleja la luz; Aún no la he visto.
También ví en calles oscuras, Lo que seres tersos no pueden observar: Vejez, avaricia, miedo, ternura, mentira, Por ese orden repetitivo.
Y salí de la guerra que bordaba el papel, En noches estrelladas y rotas, Donde la luna sabe a poco más, Que a tinta de retoños viejos.
Viví, cómo si vomitar palabras, Fuese un ejemplo de vida. Vivo cómo si esto tratará, De encontrar cobijo en un callejón, Sin salida.
Cobrar quiero, A quien escucha tus palabras, Firmes versos improvisados, Que alegran rincones marchitos del alma.
Enrevesar el tiempo si nos invade, Bebiendo del manantial que son tus ojos, Y de la cascada que es tu boca, Cuando las horas son los verbos que pronuncias.
Poder, si fuese posible, Volver a unir las vías, Que han descarrilado mi vida, En las que viajaba el tren del deseo.
Raro, no es raro morir por algo, Y más por una promesa, Que me cautiva a vivir en el presente, De un recuerdo que forjaste otra vez.
Y por últimas palabras, Te regalo ahora mi pena, Y mis sueños miserables, Con la condena, de sólo allí encontrarte.
El triste violín suena, Anuncia la llegada de lo muerto, Condena, espanta y reniega de viejos sortilegios. El triste violín suena, Y le acompaña el silbido del viento, Susurra y parece que le habla del romance del sosiego. Rompe a llorar el violín, Con sus cuerdas se lamenta, Se reniega a escribir, paisajes de tormentos con regentas. Llora mi instrumento de cuerda, No pienses que la luna te llama, Que quiere destronarte, de tu canción de fina esperanza. Melancolía reluces, bello instrumento de plata, Con ese toque galán que balancea tus cuerdas, Hasta a más misteriosa dama atrapas. Bello violino mío, Deja que toque otra vez contigo, Ya somos dos que en soledad están perdidos y no quiero caer al vacío, Sin sus cantos oír otra vez.
Vigilante de la noche, Espera el susurro al silencio, Vigilante espera mi miedo, Tu llamada entre el frondoso ruido.
Me tumbo entre el sueño que aguarda el día, Y me resguardo de la muerte y el hambre, Que cada día habitan nuevos sitios, Como aquellos indígenas antiguos.
Esta noche no es aquella que crepita, Como las hojas en un bosque otoñal, Es la que disminuye poco a poco, En la que cae el beso, que no se da…
Es el color de un infinito horizonte, Sobre el que la luna ríe a carcajadas, Es el sabor que trae la rabia, Abrillantada con un viento hechizante.
El cielo, azul brillante, Espera la llamada de aquella mujer, Que por entonces quiso ser de él, Y que ahora, bajo tierra aguarda.
Y yo, pensante y distraído, Bajo una nube que peca de tormenta, Escucho el resoplar de vientos del sur, Que como siempre, tempestad aguardan.
El soñador de caderas ha perdido la esperanza, Esperanza de susurros que a mis oídos no alcanzan, Ni alcanzarán jamás en esta tierra mojada de desencuentros.
Soñaba con mares de templanzas, Un cielo abierto desde tu boca, Un soneto que te volviese loca, Y unos vasos de champán.
Supe del hambre de tu ausencia, Y de acorazados tanques de malicia, De que cuando vagas sola, Supe también que yo lo hacía, sin querer y con conciencia.
Supe que marchita el amor, Tal como los pájaros cambian de nido, Que cuando se va un sueño no vuelve, Y mil lágrimas quedan suspendidas en las pestañas.
Y me siento como Sísifo empujando su piedra, Una piedra llena de pesares, En las que van esos mares de templanzas, Y un cielo abierto en tu boca.
Tal vez esta noche, Sea de esas noches, En las que navegan barcos de silencios.
Tal vez esta noche, Sea una noche fría de soledades, De esas en las que se van los sueños, Y los soñadores de amores pierden.
Puede ser esta noche, De esas que se oyen los pasos de la tormenta, La noche de los rayos y lluvia, Como siempre…Tristeza.
Esta noche, como todas, En la que el tiempo va cargado a mi espalda, Noche de silencios y fríos, De agua que quema y del vacío abismo muerto.
Noche en la que duerme lejos la vida, Y en las que me acuesto con la muerte, Noche que es tarde para retar a la suerte, Y noche que mira por su ventanal viviente.
Y quizás esta noche, Sea el regalo envenenado de ti, La antesala de los sueños, En los que un día te creí sentir.
Quizás esta noche, Sea la de siempre, La de despedidas con mi amigo desamor, En las que te dejo como recuerdo...Mi pena.
Me giro a observarte, Y en ti veo, La libertad con la que sueña un preso. Miro el trofeo que gané de amarte tanto, El corazón hundido en una botella, Como un mensaje de un naufrago en una isla desierta. Y mil alaridos hace mi corazón cada vez que te ve, Cada vez que te vas, cada vez que no te ve. Y un infierno quisimos atravesar a nado, Pero nos quemamos y entre estas líneas ha quedado reflejado, Que para ti no soy nada, sólo un muñeco de trapo. Y hoy que aquí me hallo en soledad, Bebiendo del manantial de las tristezas, Naufragando en la intemperie, Perdido de tu visibilidad… Mi corazón que antes hacía alaridos, Ahora va muriendo sin cesar...