Cobrar quiero, A quien escucha tus palabras, Firmes versos improvisados, Que alegran rincones marchitos del alma.
Enrevesar el tiempo si nos invade, Bebiendo del manantial que son tus ojos, Y de la cascada que es tu boca, Cuando las horas son los verbos que pronuncias.
Poder, si fuese posible, Volver a unir las vías, Que han descarrilado mi vida, En las que viajaba el tren del deseo.
Raro, no es raro morir por algo, Y más por una promesa, Que me cautiva a vivir en el presente, De un recuerdo que forjaste otra vez.
Y por últimas palabras, Te regalo ahora mi pena, Y mis sueños miserables, Con la condena, de sólo allí encontrarte.
El triste violín suena, Anuncia la llegada de lo muerto, Condena, espanta y reniega de viejos sortilegios. El triste violín suena, Y le acompaña el silbido del viento, Susurra y parece que le habla del romance del sosiego. Rompe a llorar el violín, Con sus cuerdas se lamenta, Se reniega a escribir, paisajes de tormentos con regentas. Llora mi instrumento de cuerda, No pienses que la luna te llama, Que quiere destronarte, de tu canción de fina esperanza. Melancolía reluces, bello instrumento de plata, Con ese toque galán que balancea tus cuerdas, Hasta a más misteriosa dama atrapas. Bello violino mío, Deja que toque otra vez contigo, Ya somos dos que en soledad están perdidos y no quiero caer al vacío, Sin sus cantos oír otra vez.